Cada vez me carga más el ser humano y su enfermiza relación con las redes sociales. Que bueno, no voy a ser injusta, toda la vida ha existido el típico que siempre alzaba la voz más que nadie en las reuniones sociales, que su vida era más interesante, sus problemas más graves y se ha ido de viaje 5 veces a Chichinabo. Pero es que antes tenías que escucharlo solo cuando veías al sujeto en cuestión, ahora te lo inyectan en los ojos. No puedes no enterarte, hay gente a la que podrías hacerle una puta biografía con solo mirar sus fotos. Que les falta fotografiarse cuando van a cagar. Como se ponga de moda, vamos a tener el instagram lleno de mierdas (y esta vez va a ser literal). Esta gente parece solo sentirse realizada cuando los demás ven lo divertida y completa que es su vida, que son más felices mostrando lo felices que son que disfrutando el momento. Que no falta el típico tweet de fiesta con el típico "fiesta chachi con mis nenas osquuu" y 5000 hagstags. Que bien te lo estás pasando que tienes que twitear esa gilipollez. Y no hablo solo de gente joven, sino también cincuentones que se van a Shangai y por la noche en vez de dormir se dedican a subir fotos. Que podéis llamarme hipócrita si queréis, que yo también subo fotos, que no estoy aislada socialmente. Pero si las fotos son más importantes que el evento en sí, si has pasado un día de mierda pero sales en todas las fotos con sonrisa Vitaldent, pues no, así no. No vivís para vosotros mismos, vivís para luciros. Así que, chavales y chavalas, hacéroslo mirar.
Quieto parao, no te arrimes, ya son demasiados abriles para tu amanecer desbocao, mejor que me olvides...
lunes
domingo
El principito
Crecer. Madurar. Saber estar. Parece que la madurez está asociada al hecho de asumir mayores responsabilidades. Dejar atrás la agridulce etapa de la adolescencia y prepararse para lo que será el porvenir. Un traje, un maletín (en mi caso un pijama y una jeringa), cara de cansancio y la sensación de que te han explotado por un mísero sueldo. Esas esposas que constituyen la rutina y la hipoteca. Las mismas caras. Los mismos lugares. Las mismas acciones mecanizadas todos los días. Quizá se nos olvido que madurar es elegir el camino que queremos recorrer hacia la felicidad. Se nos olvido que ser maduro es ser valiente para romper con las normas establecidas cuando te sientes oprimido. El tener que cumplir con gente que desearías repudiar para cumplir las convenciones. Que no meterse en el camino social alquitranado y llenarse hasta las rodillas de brea también es una opción perfectamente válida. Se nos olvidó que los sueños si los persigues se cumplen y por eso hemos perdido la ilusión en todo. Que qué importa cuantas matemáticas o física o biología sepas si estás recorriendo un camino que la sociedad ha marcado para ti. Que nos enseñan a seguir normas y no ha luchar por lo que quieres. Que lo mismo lo que esperan de ti no es lo que tú esperabas. Aún queda camino por recorrer y quiero que sea el mío propio, que realmente haga algo porque quiera hacerlo y no porque es lo que la sociedad espera de mi. Ser ese cambio. Ser feliz, fíjate que sencillo y que complicado a la vez.
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