martes

Parar no puedo el tiempo con mis manos, si no supiera que estoy tan atrapado

Vivo siempre pendiente del tiempo, cada mes en un sitio diferente, como si el cambiar de lugar hiciera que el tiempo fuese más despacio. Vivo siempre con una mochila al hombro y un sello nuevo en el pasaporte, duermo en camas que no son la mía. Hoteles o pensiones, apartamentos o chalets, sola o acompañada, pero nunca repito ni el sitio ni la persona, porque me da miedo encariñarme y tenerme que quedar. Atada. Yo no quiero vivir atada, quizá porque no estoy cuerda.
Vivo rápido y tengo un amante en cada puerto, que me espera con rosas. Pero yo solamente quiero sexo rápido contra el cristal de su coche o del hotel que haya alquilado para nosotros, para una vez alcanzado el clímax, marcharme a otra ciudad sin siquiera un beso en los labios.
El reloj pasa. Y los años pesan. Y el tiempo va cada vez más rápido y yo cada vez más lenta. Es una lucha incesable para huir de lo único de lo que estoy pendiente cada año, cada día, cada segundo. Ese maldito tic-tac del reloj que se me ha grabado a fuego en el alma. Por eso, tal vez no quiero quedarme, porque oigo en mi cabeza el reloj sonar y pienso que estoy perdiendo el tiempo.
Dicen que soy indomable.
Lo que no saben es que estoy rota. Tan rota como una bailarina vieja, a la que no le funciona la cuerda, atrapada en su jaula de latón. Por eso es que voy de sitio en sitio sin apenas disfrutarlo solo por y para encontrarme a mi misma. Pero sigo atrapada entre el reloj y la jaula de latón.


lunes

No me gusta.

No me gustan los finales tristes. Me gusta el colorín colorado, los fueron felices y comieron perdices, las bodas a lo grande, las bodas de plata, de oro y si se tercia de platino, las casitas en el campo y las fotos de familia. No me gustan los "ya nos veremos", los "un día de estos quedamos", los besos de despedida en el andén, los "siempre nos quedará Paris", las caras de resentimiento, los hasta nunca cuando querías decir "hasta luego", y peor aún, cuando querías decir "quédate" No me gustan las palabras que no se han dicho por orgullo y cobardía, las cartas sin remitente, los borradores de sentimientos no expresados y todos esos besos que quedaron sin dar, en las comisuras de los labios. No me gustan los exs. Son la viva demostración de que algo no salió bien.  De que quizá no te esforzaste lo suficiente o te dejaste llevar por la rutina. Que elegiste mal. Que no pudisteis seguir el mismo camino y en algún momento vuestras manos se separaron.

domingo

Y es tan frecuente como extraño, si no puede hacerte daño, no te hará feliz.

Me siento tan nada. Como esa nota que un día fue tan importante para recordarte algo, pero que una vez cumplida su función la tiras a la papelera.
“Y a la vez recordar sensaciones, emociones, sentimientos, canciones, poesías y un sinfín de cosas más que antes solamente estaban ahí y las tenía olvidadas, llenas de telarañas, pero ahora, es como si tu fueses ese único puto motivo por el que tenían que estar”.
Como tú dices, te limpié las telarañas del corazón y una vez finalizado, debería marcharme.
Siento que el tiempo se me ha escapado de los dedos, que antes fui y ahora simplemente existo. Que pasito a pasito vas cavando mi propia tumba, y yo pensando que estabas  construyendo un altar. Y supongo que es precisamente eso, si quieres un altar tienes que hacértelo tu misma. Que todas esas noches en velo y poesías de Bukowski borracho se quedaron en un tórrido mes de Agosto, en el que una cerveza significaba un mundo a tu lado. Y ahora, una cerveza significa emborracharse para olvidar en lo que nos estamos convirtiendo. Que era poesía para ti, fui tu musa y tú mi loco enamorado y ahora somos dos desconocidos a la espera de un mensaje de wassap. Tu orgullo contra el mío, a ver en qué móvil suena antes el zumbido. O quizá estoy luchando contra nada, quizá ni siquiera sientes orgullo, porque por no sentir, no sientes nada. Yo siento rabia. Y dolor. Y nostalgia. Nostalgia de que acusaras mi estado de enajenado enamoramiento con tus palabras, de que me escribieras con la lengua en la espalda todos los poemas que componías en las noches que no estaba a tu lado, de entir que me dolía el corazón de quererte tanto.

Ahora me duele, sí, pero por diferente motivo y de diferente manera. Nos gusta lo que nos destruye. Creo que me estoy volviendo adicta a la melancolía.

jueves

A un beso mío, le llaman ruina

Hay hilos que no pueden aguantar tu peso
por mucho que los remiendes
hay dolor entre tu seno.
¿y luego? después de haber amado.
Tienes que soportar el peso de las promesas
de cada flor que se ha marchitado
mientras pensabas que rosales
fue lo que plantaron
y sin embargo aparecieron espinas
en un triste mes de Marzo.

No te das cuenta de que disparas
y tus balas están cargadas
de palabras envenenadas.
No te das cuenta de que llegan al alma
y allí se instauran.
Luego me preguntas porque sangro
cariño, mira tu recambio.
Aún te quedan balas.
Remata

miércoles

Ya hace dos años de mí

Y de ti. Y de todos nosotros.
En muñeca está marcado el final de una etapa, de una adolescencia tardía que quizá nunca llego a presentarse o se presentó tan de incógnito que no supimos reconocer. De un período marcado inexorablemente por una sucesión concatenada de eventos, sin tener la máxima oportunidad de elegir. Por un aislamiento impuesto por el exterior que no supimos – o no quisimos – romper por perder nuestra zona de confort. Por un aislamiento que significaba o se presuponía que significaba una hermandad total y absoluta, pero que en la práctica se vio que no es así. Porque cuando convives tanto tiempo con las mismas personas, cuando creces con ellas, te acabas dando cuenta que los motivos que os unían han ido desapareciendo. Porque que crezcas con alguien no significa que vayas a tomar el mismo camino. Y eso nos pasó. Nos pasó y ese NOSOTROS se convirtió en múltiples yoes. Nuestras relaciones siempre fueron como nosotros, explosivas, tortuosas, marcadas por el sufrimiento interno y los conflictos de autoestima. También por el egoísmo. El yo soy más que tú y haciéndote sentir peor me siento mejor. Por la adolescencia en sí misma, en la que cada uno tira para su lado, “y si tu tiras para mi lado genial, pero si no, pienso seguir mi camino”. Y mientras las circunstancias nos  mantuvieron juntos supimos utilizar eso como una ventaja, pero una vez separados los caminos y perdido el nexo, estábamos abocados al fracaso.
Y no digo que no mantenga gratos recuerdos. Al fin y al cabo fuisteis mis primeras veces y como a veces digo “esos hijos de puta tenían sus momentos”. Fuisteis mi adolescencia, mi primer grupo, la creación de mi yo, me ayudasteis a moldear mi personalidad o por lo menos tomar un ejemplo de cómo no quería ser. Muchas veces los mejores ejemplos son los que te dicen cómo no tienes que hacer las cosas, y eres tú mismo el que tiene que buscar el camino correcto (si te lo dieran todo hecho, ¿qué gracia tiene?). Fuisteis mis primeros mejores amigos, mi primer reír hasta acabar encorvada y con dolor de tripa de la risa, fuisteis el hombro sobre el que lloré, mis primeras borracheras, mi primer piti, mi primer porro. Fuisteis la primera vez que alguien dependía tanto de mí que dejaba al lado su propia personalidad, fuisteis mis primeras frustraciones y también las últimas de ese período (y un poco del siguiente, también). Fuisteis el dolor más grande que nunca he llegado a sentir. Fuisteis mis confidentes, mis primeras locuras, los que me cubrían delante de mis padres, con los que viaje por primera vez y a quien di mi primer beso. Fuisteis todas las primeras veces que puede tener una persona y que marcan irremediablemente su paso a la adultez. Fuisteis el sufrimiento propio de la adolescencia. Y también toda la felicidad. Fuisteis mi pasado, sin duda alguna, algo que nunca podré olvidar. Sin embargo, ahora no os recuerdo como eráis cada persona en particular, sino lo que sentí en esos momentos en los que me acompañasteis. Por eso hace dos años de mí, dos años hace que abandone mi yo adolescente y por ende a vosotros. Y no me arrepiento.

Y si, esos hijos de puta tuvieron sus momentos. Buenos y malos. Pero por suerte, han venido muchos mejores después y los que quedan por venir.