Me siento tan nada. Como esa nota que un día fue tan
importante para recordarte algo, pero que una vez cumplida su función la tiras
a la papelera.
“Y a la vez recordar sensaciones, emociones, sentimientos,
canciones, poesías y un sinfín de cosas más que antes solamente estaban ahí y
las tenía olvidadas, llenas de telarañas, pero ahora, es como si tu fueses ese
único puto motivo por el que tenían que estar”.
Como tú dices, te limpié las telarañas del corazón y una vez
finalizado, debería marcharme.
Siento que el tiempo se me ha escapado de los dedos, que
antes fui y ahora simplemente existo. Que pasito a pasito vas cavando mi propia
tumba, y yo pensando que estabas construyendo un altar. Y supongo que es
precisamente eso, si quieres un altar tienes que hacértelo tu misma. Que todas
esas noches en velo y poesías de Bukowski borracho se quedaron en un tórrido
mes de Agosto, en el que una cerveza significaba un mundo a tu lado. Y ahora,
una cerveza significa emborracharse para olvidar en lo que nos estamos
convirtiendo. Que era poesía para ti, fui tu musa y tú mi loco enamorado y
ahora somos dos desconocidos a la espera de un mensaje de wassap. Tu orgullo
contra el mío, a ver en qué móvil suena antes el zumbido. O quizá estoy
luchando contra nada, quizá ni siquiera sientes orgullo, porque por no sentir,
no sientes nada. Yo siento rabia. Y dolor. Y nostalgia. Nostalgia de que
acusaras mi estado de enajenado enamoramiento con tus palabras, de que me
escribieras con la lengua en la espalda todos los poemas que componías en las
noches que no estaba a tu lado, de entir que me dolía el corazón de quererte
tanto.
Ahora me duele, sí, pero por diferente motivo y de diferente
manera. Nos gusta lo que nos destruye. Creo que me estoy volviendo adicta a la
melancolía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario