miércoles

Exudamos desamor

El olvido es al amor lo que la muerte a la vida, eso nos hicieron creer. Algo desligado, un ente independiente que aparece cuando ya no hay nada que salvar. Una dama con capucha negra y afilada guadaña que un día te toma de la mano y se lleva los últimos retazos de un "nosotros". Corta, sin pudor ni resentimiento ese fino hilo que te unía a una persona que te ha visto desde el alma hasta la punta de los dedos de los pies.
Y así empieza el tan temido proceso de olvidar. Como una herida punzante que no queremos cerrar, más dolorosa cuanto más profunda y sucia haya sido. Podemos intentar acelerar la curación, jugando a la indiferencia, cambiándonos el color, forma y textura del pelo, agujereándonos lóbulos y muñecas con piercings y tatuajes para recordarnos que ya no, que ya siempre no. Cambiando de ciudad. Teniendo mil amantes o sólo uno al que exigiremos y compararemos con el anterior.
Pero esta no es la manera. Sólo puede curar alejando el agente agresor externo para que no fibrose. Volverle a ver es hacer que la herida cure mal, y crezca la cicatriz. Ya que le das tiempo a tu piel a curar, dáselo a tu corazón. No lo maceres mientras esté en carne viva. Estas cosas siempre llevan tiempo y cojones. Nadie dijo que fuera fácil.


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